A partir de la
publicación de la última reforma a la ley para prevenir y erradicar
la Violencia en el Distrito Federal, del día 8 de septiembre
de 2014, por medio de la cual fueron agregados como conceptos
aquellos el de antisemitismo y otros más referentes con orientaciones
sexuales diversas a la heterosexual, he replanteado la cuestión sobre
la prohibición de ciertas prácticas sociales (utilizo el término
para evitar calificar el hecho de antemano) y qué realmente obtienen
los grupos del poder con estas prácticas.
Durante semanas,
antes de la aprobación de las citadas adiciones, empezaron a circular
rumores en la extrema derecha de que esto buscaba evitar a toda costa
cualquier réplica al dominio judío internacional, el cual creen que
es ilimitado. La modificación ya antes dicha fue concebida como la
última fase de la consolidación de la hegemonía judía. De hecho,
sin entrar dentro de prejuicios, cuando se impide la crítica a varios
colectivos en aras de un gobierno políticamente correcto, a la gente
quisquillosa se manda el mensaje de que estos grupos no admiten crítica
alguna por hallarse en una situación de poder recién adquirida de
la que no quieren salir.
La prohibición
es un acto de poder, prohibir una práctica social es buscar modelar
a la sociedad al antojo de uno, aun cuando uno defienda la causa de
la bandera de los derechos humanos. Lo peor de esta nueva reforma es
que si bien define lo que es el antisemitismo, genera varias dudas ¿un
palestino o un árabe que viven en Israel serán considerados israelíes?,
¿cuáles son las manifestaciones del antisemitismo? ¿Serán prohibidas
obras antisemitas en aras de evitar la injuria a un grupo determinado,
cual lo dice el artículo 5 XXIX de la Ley para prevenir y erradicar
la violencia en el Distrito Federal?
En México, aunque
nadie lo crea la libertad de expresión está más difundida que en
otros países como Francia, Austria y Alemania donde cualquier investigación
revisionista es considerada un delito por negar el Holocausto. Lean
sobre los casos de David Irving y Robert Faurisson, el primero en Austria
y el segundo en Francia. Salvador Borrego en esos países nunca hubiera
sacado a imprenta su libro “Derrota Mundial”. De bando de la izquierda,
a pesar de haber perdido relevancia sus ideas en la actualidad, tuvo
en México un receptáculo óptimo, con múltiples publicaciones. ¿estará,
entonces, en peligro la libertad de expresión en el Distrito Federal
por tan novísima innovación?
En fin, esta
reforma será observada como progreso para la comunidad judía y los
liberales, pérdida histórica para los antisemitas, pero para los recelosos
representará una consolidación del nuevo equilibrio de fuerzas en
México, o al menos en el Distrito Federal.
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