Tal vez el Derecho Penal Internacional No sea la Solución.

Por Oscar Ortega Espinosa

De principio, la solución al problema del terrorismo está lejos de hallarse por medio de  declararlo un crimen internacional. La innovadora solución de una gran abogada israelí ha sido muy distinta: combatir las bases económicas que lo nutren.

Nitzana Darshan Leitner, quien iniciara con este medio para combatir este fenómeno, ha logrado hacer de la detención de los fondos dirigidos a organizaciones terroristas el eje de su estrategia. Junto con su fundación Shurat hadin (שורת הדין) ha logrado desarticular de manera más hábil el funcionamiento de las células de diversos grupos que han sido considerados responsables de sembrar el terror; entre ellos Hezbollah, cuyos actos horrorosos indignan al mundo. A pesar de que sus actividades no se reducen a esto[1], su objetivo de llevar a bancarrota al terror es un fin muy singular para ser ignorado ya por estudioso del Derecho, ya por un politólogo.

 Ahora con la firma del Estatuto de roma por parte de Palestina y el acceso a la Corte Penal Internacional, que ocurrirá a partir del 1 de abril del presente año,[2] la hábil abogada israelí pretende demandar  a tres ministros palestinos por crímenes internacionales, cuyos nombres y cargos son los siguientes:
·        el Primer Ministro palestino Rami Hamdallah, diputado de Abbas;
·        Jibril Rajoub ministro;
·        y el Jefe de inteligencia de la Autoridad Palestina Majed Faraj, todos estos miembros del partido Fatah de Abbas.[3]
            Aunque en sí el terrorismo per se todavía no es considerado un crimen internacional, sus consecuencias podrían encuadrar en alguna de las otras figuras existentes, por ejemplo un crimen de lesa humanidad, sin embargo, esto debe ser materias de estudios posteriores.
Retomando el tema, su estrategia insólita pudiera revertir mejor la labor desgastante del terrorismo, en especial el islámico; empero sus investigaciones podrían volver de los tribunales agentes de desestabilización internacional. Así el poder judicial en los diversos países, de ser meramente reaccionario, pasaría a ser el órgano revolucionario, ya en materia interna, ya en materia internacional, que podría trastocar las relaciones de poder en el mundo. Ahora sí los tribunales serían los agentes de la destrucción del propio sistema desde adentro, algo interesante, desde cualquier perspectiva en que se contemple.

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