El crecimiento
económico en el cual se vieron envueltas varias naciones que no tuvieron una
gran participación en la Segunda Guerra hizo que surgiera lo que conocemos en
nuestro país como: el milagro mexicano.
La gran bonanza económica de la que
disfrutábamos hizo que a la par se desarrollaran las artes y que los mexicanos
fueran adquiriendo o consolidando cada vez más derechos como el voto de la
mujer en la década de los 50 o la apertura de la
educación superior cada vez más a clases populares.
México , nuevamente puesto en las vías de desarrollo y
crecimiento económico necesito que los grandes proyectos gubernamentales se
vieran realizados en el espacio físico, las grandes estrategias y políticas
públicas necesitaban a su vez grandes complejos arquitectónicos que se
extendieran a lo largo de la república pero principalmente en las ciudades, y
esto era algo donde los grandes arquitectos de la época tenían que contribuir.
Desde
el periodo de Porfirio Díaz el país no había visto la construcción de magnas
obras y edificios públicos que fueron característicos del régimen porfirista,
el abandono de la estructura de lo que sería el Palacio Legislativo fue una
marca en la arquitectura del país que representaba el caos revolucionario, pero
a mediados de siglo, figuras como Mario Pani, Enrique del Moral, Luis Barragán,
Mathias Goeritz dieron un nuevo sentido a la arquitectura nacional, las grandes
creaciones, los monumentos heroicos.
Oficinas
públicas, mercados, museos, aeropuertos y escuelas fueron los edificios en los
cuales se centraron los arquitectos para demostrar al mundo como México pasaba
de ser un país rural a ser un país eminentemente urbano. Hasta entonces la
creación de complejos arquitectónicos de gran dimensión era impensable, las
tecnologías y la creatividad y entusiasmo de los maestros logró lo
inimaginable, uno de esos grandes logros fue Tlatelolco, la ciudad dentro de la
ciudad, con mercado, hospitales, escuelas, en fin todo lo indispensable para
una sociedad citadina.
Son
representativas del periodo las Torres de
Satélite del maestro Barragán, la Torre
Latinoamericana, el primer rascacielos en la ciudad cuando durante siglos
las construcciones más altas eran de tres pisos, a manos de Álvarez, el
Politécnico Nacional en Zacatenco a cargo de Pérez Rayón y por último la gran
obra de carácter educativo: Ciudad Universitaria de Pani y del Moral.
Con
Ciudad Universitaria se alcanza el punto más alto de este periodo
arquitectónico que paulatinamente terminaría en las postrimerías de los años 60
con las últimas obras ahora de carácter deportivo y turístico gracias a los
Juegos Olímpicos de México 68.
El
Museo Nacional de Antropología e Historia y el Museo de Arte Moderno cierran el
periodo de esplendor de la arquitectura que podemos llamar pública, la noche de
Tlatelolco y los posteriores años de crisis internas en lo político así como en
lo económico terminaron con las grandes políticas del gobierno y que el
espíritu de un país moderno y urbano fuese apagándose.
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