La Idea de Raza, en los Perros y en los Hombres.

Por Ismael Martinez Valle



Recientemente, platicando con un colega sociólogo, llagamos a ciertos planteamientos muy interesantes cuando debatíamos el tema de los perros de raza sobre los perros mestizos en una relación de superioridad e inferioridad respectivamente para la sociedad.
Habíamos planteado que realmente estas categorías de distinción entre los perros por parte de las personas eran reales y que conllevaban una carga simbólica importante en relación con la idea de “raza” que se está aplicando a esas distinciones. Un perro de raza remite a un perro que tiene ascendencia legítima de una línea consanguínea en especial, con ciertas características específicas del mismo tipo de perro, expresada en su fenotipo y sus habilidades propias; es decir, un perro de raza proviene de un linaje que ha sido criado, modificado y mantenido por el hombre a través de los años.

Un perro mestizo refiere a un perro que no pertenece a una raza en especial sino que es una mezcla entre dos o más razas que dan como resultado un nuevo tipo de perro que se denomina como mestizo. Frecuentemente estos perros son relacionados con los perros callejeros en la cotidianidad, donde sus condiciones los han llevado a situaciones de calle y se han reproducido entre razas sin el control del hombre por mantener un cierto genotipo especifico.
El debate giraba en torno a cómo es que esta idea de “raza” que impera en los animales también estuvo [incluso aún se mantiene] inmersa en el argot popular social: una raza, humana, que es superior ante otra.
El concepto de raza surge cuando el hombre europeo tiene el contacto con los habitantes del continente americano [y anteriormente con la conquista de África], producto de las navegaciones de exploración en el siglo XV. Aquel contacto que tiene el hombre europeo con los hombres originarios del continente americano tiene como resultado que surja la idea de que el conocimiento, la razón y el lenguaje son los indicadores fundamentales para hacer una distinción entre un hombre y otro, entre el yo y el otro.
Lo que planteo aquí no es hacer una recapitulación sobre el proceso de conquista, genocidio y epistemicidio de Europa sobre América, sino dilucidar que el concepto de “raza” surge en la sociedad moderna como resultado de procesos históricos de colonización y expansión del norte global. Lo que busco es dilucidar que la idea de raza que se mantiene en la especie canina también estuvo presente en la especie humana, y me atrevería a decir que incluso aún hay poblaciones y sociedades donde se piensa y se habla en torno a esta distinción racial, entre una raza superior y una inferior.
Así como la idea de raza tiene su génesis en la sociedad, se sige reproduciendo, en discurso, en los animales caninos bajo la misma línea estructural. Si la distinción racial surge cuando se hace visible que el hombre europeo ilustrado detentaba el conocimiento y la razón frente al otro, el ser irracional originario recién descubierto, que no poseía nada en común con el “Yo” europeo, a excepción de ciertos rasgos humanoides similares, es por los mismos que categorizó a ese “hombre” en este caso como parte de otra raza, posteriormente surge una jerarquía racial donde la razón europea se plantea como la punta piramidal; descubrimos que dichas diferenciaciones son aparentemente las mismas con las que en los caninos se hacen diferencias raciales. Debemos puntualizar que estas categorías y supuestos raciales son parte de un discurso eurocentrista que tiene su génesis en un contexto específico.
El dilema no viene cuando podemos demostrar que la idea de raza, social, es tomada y aplicada en la especie canina, sino cuando mostramos que el conflicto entre raza pura de un perro que se plantea y justifica como superior ante un mestizo, conlleva la reproducción de un mismo discurso racial y especista, que pareciera ser expresión del imaginario social actual.
Hacer una aseveración de este tipo es arriesgado. Consideramos que la idea de raza que se utiliza en los caninos es muy diferente a la que se utilizaba en aquel discurso racial eurocentrista; sin embargo hay que contemplar que ambos conceptos se encuentran ligados por el factor de superioridad jerárquica. Entendemos que la idea de raza en los perros desde un punto de vista biológico es correcta para hacer distinciones entre los tipos de caninos; además, la jerarquía entre razas resulta de un consenso entre la academia científica especializada que plantea estándares de valores para fijar dichos estamentos, como es la inteligencia, la habilidad especifica, fuerza, resistencia, etc.. El punto fundamental de esto es que muchas razas de caninos han sido creadas por el ser humano, como resultado de un proceso transgénico entre las diversas razas precedentes. Además de que a finales de siglo XIX en Europa se empiezan a popularizar las competencias entre criadores de razas en concursos de belleza y habilidades, propios de una clase social alta.
Estos factores tienen como consecuencia que en la época contemporánea la idea de raza sea un sinónimo de superioridad o excelencia en la especie. Debemos considerar que esta afirmación gira en torno a muchas experiencias que hemos tomado en cuenta en relación al tema. Además, las razas de canes que surgen como las más importantes e influyentes del mundo son de origen particularmente europeo, mientras que las razas provenientes de América Latina o África son casi inexistentes en la misma lógica jerárquica que regula los cánones de medición y aceptación de una raza pura; incluyendo en este elitismo que asociaciones privadas tienen el carácter legítimo global para establecer regulaciones en la práctica canófila, como lo es la Federación Cinológica Internacional.
El contraste entre los perros de raza y los mestizos generó una cuestión nueva. ¿Cómo esto es un reflejo de la misma idea de “raza pura” frente al mestizaje en los procesos de colonialidad en América Latina que se encuentra enclavado en estas mismas prácticas referidas a la crianza de los animales?
Y no es en vano la duda. El problema con los perros mestizos es la poca atención del hombre ante ellos, que en la última década, con ayuda de la difusión que permiten las redes sociales, se le ha dado un nuevo aire a las campañas en pro a la adopción de estos perros, en contraposición de fomentar el negocio lícito o ilícito de la venta de animales. Además, el perro mestizo, por su condición de inferioridad aparente ante un perro de raza es marginado socialmente por causa de su origen.
Como habíamos explicado, los perros mestizos por su condición, son perros que nacen en condición de calle y que se reproducen sin el control del hombre, consecuencia de esto es la sobrepoblación de perros en ciertas partes de la Ciudad de México. El perro mestizo muchas veces nace fuera del seno familiar o es desplazado del mismo y tiende a vagar por las calles ante la inclemencia del entorno y la sociedad.
Anteriormente, en el siglo pasado, cuando las campañas de vacunación antirrábica surgían y en zonas populares de la ciudad, en la periferia, las condiciones de los perros callejeros eran un descontrol total; mencionando también que dichas campañas surgen por la necesidad de atender el problema latente de los perros infectados con rabia y que representaban un peligro para la salud pública.
En el mismo desarrollo de estas colonias populares, se plantean acciones de control animal, que al día han sido ineficaces en su totalidad o simplemente abarcan ciertos sectores y problemas, sin poder resolver esta emergencia de manera puntual. Sin mencionar que las condiciones y métodos del control animal son de calidad dudosa y se cuestiona mucho la integridad de dichos procederes.
Los perros mestizos representan un símbolo de la marginalidad, del desorden y lo asocial. La gente puede sentir temor ante un perro callejero por su condición de asocial, de marginado y su carencia de razón aparente. El perro en situación de calle es un ícono de la miseria. Ante la idea contrastante, el perro de raza hogareño pareciera ser el perro pulcro y deseable en cualquier hogar. El perro que simboliza el orden y la modernidad.

En los años 40 en Estados Unidos, se retrataba el “American Way of Life” o el estilo de vida americano, que tomaba a las figuras paternas y maternas como cabezas de la familia, a los hijos educados como el futuro de la sociedad, la vida en los suburbios con una casa mediana y un auto del año; además, como símbolo de estatus social adicional: una mascota, fuera un gato o un perro. Actualmente el perro sigue siendo un acompañante en las familias; empero, también un perro es símbolo de estatus social. Lo vemos en los pequeños perros chihuahua de las socialités en Los Ángeles, los grandes perros en las familias acomodadas o los curiosos pugs en los jóvenes independientes; una ruleta de estereotipos culturales. Sin duda, y como hacía 100 años atrás, los perros también son extensiones de nosotros, de nuestra personalidad y estatus social.
Un perro mestizo sale de esta lógica, e independientemente de su origen, el complejo de inferioridad abarca desde el discurso hasta las prácticas. La adopción resulta la vía eficaz por la cual se da atención a los perros en situación de calle que han sido rescatados por asociaciones civiles encargadas de velar por estos animales, o por civiles que deciden rescatar de la miseria a un perro en condición de calle; sin embargo, existe un imaginario en la sociedad que aún imposibilita la apertura de los potenciales dueños de un perro a valorar cualitativamente más a un perro mestizo que a uno de raza. Quiero puntualizar que no es una generalidad, puesto que actualmente los movimientos sociales encargados de la militancia por  terminar con el paradigma anterior relacionada con los perros de raza y su compra han tenido mucho éxito y he observado que muchas personas prefieren un perro mestizo que uno de raza, y no por generar nuevo orden jerárquico, sino por la idea de que al seguir comprando perros de raza se sigue reproduciendo esa práctica mercantil que comercia con la vida de un ser vivo; me atrevería a decir que es una condición de esclavitud a la que se enfrentan estos perros que se venden en las tiendas, por la falta de libertad del mismo animal, sin embargo no cabe aquí explicar cómo el concepto esclavitud, al igual que otros que se intentan aplicar a los animales, como lo es también el concepto de raza que estamos tratando aquí.
El entreabrir a la puerta de la discusión futura se plasma de la siguiente manera. Es posible que estas ideologías raciales, que han sido mayoritariamente más no completamente erradicadas del imaginario social por medio de procesos de lucha puedan ser suprimidas de la misma manera en los animales, haciendo énfasis en la idea de raza como categoría jerarquizante y excuyente-incluyente, no en el termino biológico, y que tenga como resultado una valoración positiva ante estos animales mestizos o de raza mixta frente a los perros de “raza pura” y poder así abrir el panorama para superar un paradigma que está costando la vida a muchos animales que son marginados y otros que son traficados por su condición de raza exótica o valiosa. Tan sólo unos apuntes.
No hay una conclusión aquí realmente, sino un esbozo de muchas cuestiones que muestran que las palabras son muy poderosas y la manera en como nombramos o categorizamos algo impide la superación de dichos modelos y lleva a su reproducción continua. Tal vez una vía más para superar la problemática que enunciamos aquí.
* Por último quiero agradecer a mi colega José Manuel Iván Arce Roa por la inspiración en estas líneas. Sé que puedes llevar estos planteamientos más allá de un simple esbozo.

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