Septiembre no puede terminar sin hacerle honor al apelativo que con el
que carga en nuestro país “mes de la patria” y es que, precisamente
septiembre es el mes con el acontecimiento más importante para su historia de
la misma forma que lo es para las demás naciones americanas, su independencia.
Las independencias de Iberoamérica tuvieron como
tendencia el dominio de diversos hombres en sus movimientos, caudillos llamados
por algunos o para el imaginario colectivo “héroes”, llamadas por la historia
de sus países como los “padres de la patria” y a los cuales particularmente en
México lanzamos vivas en su honor la noche del 15 de septiembre.
Pero, ¿a quiénes reconoce la historia oficial como
sus héroes? ¿A aquellos que dirigieron, a los que lucharon, a los que
vencieron? La historia patria, propiciada por las malas políticas educativas,
los ideales de los que ostentan las máximas magistraturas del país y un visible
conformismo en gran parte de la población así como la falta de acceso a la
educación han hecho que se geste aquello que llamamos “historia de bronce” esa
bonita (pero nefasta) historia construida alrededor de nuestros personajes
embellecida con laureles y rosas.
Tenemos entonces dos bandos constituidos a lo largo
y ancho de nuestra revuelta historia, los héroes y los villanos, distintos a
través del tiempo pero coincidentes en que los villanos pierden siempre. Es simplemente
curioso el observar que aunque es usual que los héroes sean quienes ganen
muchos de ellos no hayan sido tales sino más bien unas personas bien
intencionadas que no lograron su objetivo.
Así tenemos a un Hidalgo que jamás supo que luchaba
por una patria independiente, a un Morelos que traicionó el movimiento, un Mina
que luchaba contra el rey indirectamente y muchos otros “héroes” de la
independencia que no sabían bien a quienes iban a favorecer en un futuro.
¿Qué nos dejan al final? Por supuesto que es de
reconocer su liderazgo, su valentía en el combate, su buena voluntad; pero al
final nos dejaron un país acostumbrado al caudillaje, a tener siempre un líder
en lugar de un pueblo organizado.
Hoy se cumplen 193 años de que se firmase el acta de
independencia de México la cuan no proclamaba una república sino un imperio. Y,
¿qué hemos aprendido de esto? Sí, tenemos un régimen presidencial ya no un
imperio pero, ¿realmente aprendimos algo? Seguimos siendo un pueblo que al
igual que nuestros ancestros que vivieron hace ya doscientos años y aún más
atrás gusta de ser mandados por un hombre o un pequeño y selecto grupo. Un
pueblo poco preocupado al que no le importa mucho si sus derechos son
pisoteados o no, algo que a todas luces está mal pero que es un gusto
adquirido.
No se trata de desobediencia ni de anarquía sino de
un crecimiento en la conciencia del mexicano que haga de la patria no el
imperio con un monarca a la cabeza, con grandes extensiones territoriales, con
nobleza y bellas princesas, sino el tipo de imperio que lega ideas al mundo. Al
final los imperios no duran en el tiempo y en el espacio, lo que perdura son
sus ideas y aportaciones al mundo.
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