Un autor Casi Desconocido pero un Libro Inolvidable: “la Sentencia del Ayatola”

Por Oscar Ortega Espinosa

En nuestros días, existen escritores que siguen la trayectoria de algunos hombres de la política: suben y suben en su fama hasta que llegan al culmen y terminan por declinar y desaparecer del ojo público. Cabe aclarar que esta similitud indica necesariamente que los  libros de aquellos escritores ignorados fueran de pésima calidad; simplemente los temas de los que hablaban pierden vigencia, o mejor dicho, dejan de ser novedosos.
Muchos explican que la pérdida de popularidad de un libro indica que estos no cuentan con un mensaje imperecedero que les hubiese permitido permanecer en la mente de viejos lectores, (e inclusive llegar a otros nuevos), yo, en cambio, considero que el mensaje de estas obras cuenta con un mensaje cuyo valor es permanente pero su aplicabilidad es fluctuante. En ciertos momentos, estas obras regresan de las sombras de la ignorancia en que se encontraban, y refrescan a un perplejo público con grandiosas ideas, que por su grandeza y su aparente novedad, parecen ser verdaderamente novísimas. Este es el caso del libro “La Sentencia del Ayatollah”, escrito por Carlo Coccioli
            Actualmente, Carlo Coccioli resulta ser un autor desconocido. Proveniente de Italia, trabajo en periódicos en su país, en Francia y en México, donde finalmente llegó a morir. Escritor de algunas novelas cuyo destino fue las bodegas de las librerías de viejo -las cuales engordan lejos de adelgazar-, es posible que un pequeño opúsculo pueda resucitarlo, al menos ante los ojos del público lector. Ahora se dirá las razones de esto.

“La sentencia del Ayatola” fue escrito con el fin de dar un planteamiento imparcial al evento ya olvidado, aunque nunca perdonado, de la fetua[1] que emitió el Ayatola Jomeini contra el escritor Salman Rushdie, por causa de su libro “Los versos satánicos”. En esta obra, donde se conjunta elementos biográficos de la vida de Coccioli junto con su notable erudición, podemos admirarnos de la profundidad del pensamiento del autor, que nos revela ese aspecto perdido en Occidente del sentido de lo sacro, de lo que tiene un valor independiente de la cosa en sí misma, pero que nos abre una puerta a un mundo trascendente. En nuestra sociedad secularizada es normal que hasta los católicos y cristianos se burlen de su propia religión, pero esa visión no es compartida en otras partes y se debe a la pérdida de este sentido del valor de las cosas con respecto a la trascendencia, a una realidad oculta pero más perfecta, aspecto del que estaba revestido el profeta del Islam, Mahoma –que la paz esté con él, dicen los imanes y los musulmanes píos-, que es el profeta del mismo Dios (Alá) según reza la fórmula de fe, o shahada.

            Tal vez no sea clara la importancia que tiene este libro para nuestra época pero en este texto se plantean cuestiones que desafían al sociólogo, al jurista, al filósofo: ¿Hay (o debe) haber límites a la libertad de expresión?, ¿Cuáles son los límites de la crítica a las religiones, o a cualquier otra ideología?, ¿Hay realmente algo sacro en nuestra sociedad?, todas estas preguntas y otras que acucian a nuestra sociedad están formuladas implícitamente en este pequeño librito, donde uno puede admirarse por igual de su defensa del Ayatola Jomeini, a quien ve por un hombre excepcional, digno de todo respeto por su apego irrestricto a su fe, aunque no deja de manifestar su horror a la absoluta tiranía que manifiesta todo monoteísmo, sin embargo, desde su budismo, él puede admitir a Dios en el seno de la Nada en la que se ve pronto sumergido. Crítico a la vez con las religiones monoteístas por su absolutismo y su desprecio a los animales, asesta sus mayores ataques contra la obra de Rushdie, a la que calificó con los peores calificativos, resaltando lo que de ofensivo tenía, no sólo para los musulmanes sino para toda persona con un poco de respeto hacia lo sacro en diversas tradiciones, y de sentido común. Por citar un ejemplo, en el original inglés del libro arriba citado, Mahoma es denominado Mahound, Mahoma perro, porque hound es perro en inglés algo clásico. Subraya las ofensas a las esposas del profeta, a la vez que sin embargo queda admirado por el núcleo central de la obra que lanzó al estrellato al autor hindú: Los versos satánicos.[2]
            A pesar de que expone que la fetua no tuvo grandes repercusiones jurídicas, por ser emitida por una autoridad chíita, el grupo minoritario del Islam, surgido durante  la primera gran división del ISLAM, Coccioli tal vez no conoció realmente la encrucijada que vivió este “escritorzuelo” por culpa de esta sentencia, que para su desgracia ya no es revertible por morir el único que podía anularla. En estos tiempos, donde el movimiento de ISIS nos hace girar nuestra cabeza al mundo musulmán, habría que hacer el esfuerzo por estudiar su cultura, a través de la consulta del Corán y el sumergimiento en la sabiduría que han creado a través de los siglos, desde Al-Ghazali hasta Mahmoud Darwish, que nos deleitan el ojo, el oído y el alma. Es momento ya de que las impresiones que tengamos de los musulmanes sean generadas por un contacto directo de nuestra sociedad con ellos, para evitar tener las imágenes prejuiciosas provenientes de Europa Occidental y de los Estados Unidos. Consideró que la obra de Coccioli puede permitirnos romper con la falsa dicotomía del fanatismo islámico y  la tolerancia occidental. Y sería ya momento de acabar con esta visión del mundo, de una vez por todas.


[1] La fetua es una opinión legal emitida por un muftí musulmán, que en términos más convencionales podría parecerse a los precedentes del comon-law o bien a las tesis de jurisprudencia utilizadas en México. No diré más por temor a expresar yerros por el tema, por falta de fuentes para realizar aportes mayores.
[2] Una serie de aleyas del Corán dónde se admite la tentación de Mahoma de admitir a adoración de tres diosas paganas junto a la adoración de Alá, en la Sura 53, aleyas 17-22 en algunas versiones.

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